El koala presenta pies de cinco dedos, prensiles en el verdadero sentido de la palabra. En las patas delanteras, los dos dedos internos son oponibles a los otros tres; en las posteriores el pulgar, grande y desprovisto de uña, es también oponible. Los dedos restantes están armados de uñas afiladas, largas y curvas, que le permiten trepar. Por lo que se refiere a la dentadura, destacan los dientes incisivos superiores, bastante desiguales; los caninos, minúsculos, y los molares, llenos de tubérculos.
El singular aspecto de este marsupial se debe, sobre todo, a su gran cabeza, en la que se destacan las orejas, pequeñas, cubiertas de pelos muy largos y muy divergentes una de otra; los ojos vivos y el hocico, ancho y chato. El pelaje, muy largo y casi rizado, es espeso, pero blando, fino y lanoso al propio tiempo. La cara aparece desnuda a lo largo del tabique nasal y desde el hocico hasta los ojos.
Vive en los árboles más altos, y se mueve con tal lentitud que se le ha dado el nombre de "perezoso australiano". Cuando la carencia de alimento le obliga a bajar al suelo, anda muy despacio, con una parsimonia asombrosa. De hábitos seminocturnos, pasa las horas calurosas del mediodía durmiendo entre las hojas de los eucaliptos que constituyen su medio preferido. Al atardecer se dedica a comer; su alimentación se compone de hojas y yemas de eucaliptos.
En Australia, donde fueron cazados hasta la extinción, y en Victoria donde casi se llegó a la misma situación, las autoridades han reubicado animales desde las islas al territorio, para repoblar esas áreas. Su número ha crecido, pero la interferencia del hombre ha causado nuevos problemas tales como sobrepoblación de algunas regiones.
La hembra da a luz una cría por vez, pero muy pocas veces dos. Cuando el pequeño nace, lo lleva durante un largo tiempo a la espalda, cuidándolo amorosamente.
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